El libro, ese ¿oscuro? objeto de deseo

 «Un hombre tiene tantas patrias, como lugares en los que haya sido feliz.

Y yo pocas veces he sido tan feliz como con un libro en las manos». 

(José Luis García Martín)

Cada  23 de abril, la UNESCO nos propone la conmemoración del Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor. Desde hace 17 años, esta fecha se ha consolidado como una celebración a nivel mundial que tiene por objetivo fomentar la lectura, la industria editorial y la protección de la propiedad intelectual por medio del derecho de autor.

Entonces, aprovecho para compartirles un fragmento de un texto con el que me encontré medio de casualidad, en esta semana.  

Es de "Arte Poética", un libro inédito de Borges que está compuesto por seis conferencias que dio en Harvard sobre poesía.
Más allá de su innegable, reconocida y celebrada erudición, me encantó la idea de encontrarme -además- con un Borges "bookaholic".

"Alguna vez, cuando miro los muchos libros que tengo en casa, siento que moriré antes de terminarlos, pero no puedo resistir la tentación de comprar nuevos libros. Siempre que voy a una librería y encuentro un libro sobre una de mis aficiones -por ejemplo, la antigua poesía inglesa o escandinava- ,me digo: "Qué lástima que no puedo comprarme este libro, pues tengo ya un ejemplar en casa".

Evidentemente, para muchos -entre los que me incluyo- un libro no es sólo su contenido. Es un objeto valioso en sí mismo.
Y no me refiero a quienes acumulan libros que ubican estratégicamente en la biblioteca ordenados por color, con una intención más bien estética, ni a los que "muestran" una biblioteca con los supuestamente infaltables títulos que deben estar en la casa de todo prestigioso lector.
Me refiero a ese lazo íntimo, singular y amoroso que cada uno establece con sus libros, con el "cuerpo y el alma" de cada uno de ellos. Con esos objetos deseados, anhelados, y atesorados, que muchas veces nos hacen capaces de las actitudes más egoístas y mezquinas.

Absolutamente justificadas, claro está.

Hace unas semanas, el escritor Sergio Olguín comentó en Twitter que una editorial -que nunca le enviaba libros- le había mandado el nuevo libro de F.García Lao por error. El libro en cuestión era para otro escritor, Martín Kohan. 

Entonces abrió la pregunta: ¿qué hacer? 

Hubo muchas y muy divertidas respuestas, entre las cuales estaban, por ej, la posibilidad de agradecer en nombre de Kohan, para seguir recibiendo libros o quedárselo apelando al destino que hizo que se produjera el error. Yo (sacrílega total!) le sugeri que primero lo leyera, y después -si quería- que lo devolviera. La respuesta de Olguín fue contundente: "NOOO! Los libros NO SE DEVUELVEN!"

Más tarde, me quedé pensando que esa máxima: "Los libros no se devuelven", está muy emparentada con una que practico a rajatabla desde hace años: "Los libros NO SE PRESTAN".

Porque NO.
Porque son MÍOS.

Así de simple.

Y es que, definitivamente, no se nos puede venir a pedir racionalidad y buenas costumbres a la hora de vérnoslas con -ningún- objeto de deseo.

**UPDATE**: dados los primeros comentarios que he ido recibiendo sobre este post, parece que soy de lo peor. La gente presta libros y lo hace muy feliz y contenta.
Bueno, yo NO.
Más excusas intentando justificarme, abajo en los comentarios.

Aprovecho para dejarles dos cosas interesantes relacionadas con este tema del libro como objeto.

El artículo "El libro, esa cosa", de Andrea Palet en la revista El Malpensante. Parece que una rara forma de vender zapatos en Chile (que incluía la destrucción de libros) generó un gran revuelo entre los" booklovers"

Y para los más chicos, este hermosísimo cuento llamado: "El increíble niño comelibros".