domingo, 7 de abril de 2013

Frente a lo traumático


La realidad exige
que lo digamos bien claro: 
la vida sigue su curso. 
Sucede así en Cannas y en Borodinó,
en los llanos de Kosovo y en Guernica. 
W. Szymborska- de "Fin y Principio"- 1993



Guernica - P.Picasso- 1937


El viernes, antes de comenzar la clase, una alumna que vive en La Plata compartió con nosotros el relato de las escenas que habían vivido ella ,su familia, sus amigos y vecinos en los días anteriores.
La escuchamos en un respetuoso silencio: siempre hay algo de "sagrado" en el momento en el que estamos frente a alguien que nos comparte genuinamente su dolor.



No vienen al caso los detalles de su historia, pero sí quisera comentarles algo que me llamó la atención:
Entre el dolor, la desesperanza y la impotencia que teñían su relato, de repente apareció algo parecido a la indignación: "sabés qué es lo que me enojó? Yo trabajo en un negocio de ropa, y al otro día, hubo gente que vino a probarse y comprarse ropa! Quién, de La Plata, puede pensar en salir de shopping?"

Saben cómo sigue -unas estrofas más adelante- el  poema de Wislawa Szymborska que está más arriba?

Donde estaba Hiroshima 
de nuevo está Hiroshima
y se siguen produciendo
objetos de uso cotidiano.


"La vida sigue", sería el dicho popular. Aun después de la guerra, de la catástrofe, de la tragedia. Después del terremoto, después del agua, después del fuego.
Creo que algo de esto nos trae este poema. Y pareciera que es efectivamente así.
Claro que mi alumna, en ese momento, no estaba en condiciones de procesar esto.
Cuando alguien queda expuesto a una catástrofe, hay algo que queda arrasado. Hay aturdimiento.
Hay una pérdida de las referencias habituales. Hay desconcierto.
Lo cotidiano, las pequeñeces diarias se vuelven ridículas, casi obscenas  ("la obscenidad no existe, existe la herida" decía Alejandra Pizarnik)

Y sí, claro. De heridas se trata. 
Está la situación de catástrofe que se vive socialmente, que abre la herida, pero también está la trama singular: cada quien responderá a ese hecho de manera diferente. El impacto de la tragedia producirá heridas diferentes.

En el año 1985 la psicoanalista Silvia Bleichmar se encontraba exiliada en México.Dado el retorno de la democracia a nuestro país, había programado regresar a Buenos Aires al año siguiente.
Es por eso que el terremoto del 19 de septiembre la encontró en tierra azteca.
A propósito de esa experiencia, Silvia dio numerosos cursos y conferencias -uno de ellos en colaboración con UNICEF - relacionados con las catástrofes (sociales y naturales) y lo traumático que ellas conllevan.

En uno de esos paneles, unos años después del terremoto, dijo: (el destacado es mío)

"Es un acontecimiento abrir un debate público sobre la cuestión del traumatismo (...) Probablemente uno de los problemas más graves que estamos padeciendo es la naturalización de las catástrofes sociales o históricas, su presentación como algo del orden de lo natural, como algo del orden de lo imposible de ser enfrentado; sin embargo, sabemos muy bien que muchas catástrofes naturales son efecto del descuido, negligencia o falta de responsabilidad de los gobiernos en los que se producen. 
En el terremoto de México gran parte de los edificios que cayeron fueron los edificios de la corrupción. Eran los edificios que estaban peor hechos, es decir, sin la concepción antisísmica propia de zonas pasibles de sufrir terremotos. Una enorme cantidad de hospitales y edificios públicos fueron los primeros en producir víctimas. 
(…) Todos sabemos también que las inundaciones en nuestra ciudad o en el interior del país, son efecto, no sólo de las lluvias, sino de descuidos de distintos tipos. De todos modos, hay una especificidad de las catástrofes sociales que es necesario pensar. 
Es indudable que el concepto de catástrofe a nivel social da un marco amplio y desde el punto de vista del psicoanálisis es necesario precisar lo siguiente. El carácter general de una catástrofe se define en última instancia por los modos con los cuales abarca a sectores importantes de una población; pero el traumatismo determina el modo por el cual estas catástrofes padecidas en común, atacan la subjetividad o impactan la subjetividad de manera diferente en aquellos que la padecen." (1)

Frente a situaciones "de catástrofe", la condición humana queda expuesta y al desnudo en todas sus facetas.
El horror, el pánico, la incertidumbre, la impotencia, la angustia, el odio.
Por suerte también, en este desnudamiento radical del ser humano, aparecen otros aspectos más vitales, más reparadores: los lazos sociales solidarios, el tejido de una trama compartida. Esta identificación con el otro, con el par, con el semejante, que se traduce en la tan mencionada "solidaridad": esta necesidad que surge en cada uno de reparar, restaurar, reconstruir los efectos de la situación vivida.
Más allá de la lógica y urgente satisfacción de las necesidades básicas de techo, abrigo, y alimento, está también la necesidad de otra reparación: la de la subjetividad herida y atravesada por la pérdida.
La subjetividad de ese otro que necesita volver a sus referencias habituales, esas que la catástrofe sacudió de cuajo:  a ser papá,  abuelo, maestra, vecino, trabajar, cocinar, estudiar, jugar.

Procesos de reconstrucción y simbolización  que llevarán tiempo, y que de alguna manera, posibilitarán que para cada uno -y como cada uno vaya pudiendo-  la vida, efectivamente siga.

Porque más allá de los posibles y necesarios análisis, interpretaciones y  endilgamiento de responsabilidades, luego de la catástrofe, ( y como  sabiamente dice Szymborska) "alguien tiene que limpiar".

Fin y principio

Después de cada guerra
alguien tiene que limpiar.
No se van a ordenar solas las cosas,
digo yo.

Alguien debe echar los escombros
a la cuneta
para que puedan pasar
los carros llenos de cadáveres.

Alguien debe meterse
entre el barro, las cenizas,
los muelles de los sofás,
las astillas de cristal
y los trapos sangrientos.

Alguien tiene que arrastrar una viga
para apuntalar un muro,
alguien poner un vidrio en la ventana
y la puerta en sus goznes.

Eso de fotogénico tiene poco
y requiere años.
Todas las cámaras se han ido ya
a otra guerra.

A reconstruir puentes
y estaciones de nuevo.
Las mangas quedarán hechas jirones
de tanto arremangarse.

Alguien con la escoba en las manos
recordará todavía cómo fue.
Alguien escuchará
asintiendo con la cabeza en su sitio.
Pero a su alrededor
empezará a haber algunos
a quienes les aburra.

Todavía habrá quien a veces
encuentre entre hierbajos
argumentos mordidos por la herrumbre,
y los lleve al montón de la basura.

Aquellos que sabían
de qué iba aquí la cosa
tendrán que dejar su lugar
a los que saben poco.
Y menos que poco.
E incluso prácticamente nada.

En la hierba que cubra
causas y consecuencias
seguro que habrá alguien tumbado,
con una espiga entre los dientes,
mirando las nubes.

De "Fin y principio" 

Wislawa Szymborska
1993        



(1) Bleichmar, S., Panel “Conceptualizaciones de catástrofe social. Límites y encrucijadas”, en Waisbrot, Daniel y otros (compiladores), Clínica psicoanalítica ante las catástrofes sociales. La experiencia argentina, Buenos Aires, Paidós, 2003 












3 comentarios:

  1. Buenísimo. Y es que después de Auschwitz no solo sigue habiendo poesía, sino que hay avisos clasificados, cartas de amor,telegramas de despido, cartas de restaurantes,papel higiénico doble hoja.Y cada tanto, añguna réplica de Auschwitz.

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  2. Gracias por la publicación de este texto.Oportuno... muy oportuno para el momento que se está viviendo en algunos lugares de la provincia de Buenos Aires.Todo es válido cuando se trata de buscar los por qué. Espero que lo lean varias personas, la esperanza, la fe y todo lo que sirva para superarse me parece por demás útil.

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  3. Gracias por compartir el texto. Es realmente enriquecedor.
    Graciela

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Total, yo después modero los comentarios.







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