Una vez más, en el colectivo (temo perder estas perlitas el día que me decida a volver a manejar, pero bueno.)
Un sábado de diciembre a la tarde, volvía del almuerzo de fin de año de Abriguemos a un Niño.
El colectivo esta vez estaba bastante lleno, por lo que me tocó ir parada delante del asiento de este señor:
El pasajero en
cuestión tenía auriculares inalámbricos, iba mirando cosas en un ipad y cada
tanto sacaba de su mochila el celular para escribir algo.
Al lado mío, un
compañerito ocasional: un chico de unos 11 años, que -hipnotizado por el
despliegue tecnológico que se desarrollaba delante nuestro- le hizo señas a su
mamá, indicándole que se quedaría allí parado.
En los 40 minutos que
compartimos de viaje, hasta que se bajó, el buen hombre leyó un diario digital,
pasó a lo que parecía ser el capítulo de un libro, luego miró el estado del
tránsito (ahí pude ver la línea roja que nos auguraba un lento regreso). Sacó
el teléfono, sincronizó unas carpetas, pasó información de ahí a la tablet
y le mandó un mensaje a alguien, le decía que ya estaba por llegar, que
lo espere conectado "entro y jugamos".(SI, leí la conversación ajena,
mala mía.)
En un momento, me
distraije mirando por la ventana, y de repente, sentí un codazo en la
costilla: mi amiguito de viaje , con los ojos como dos platos, me hace una seña: el señor estaba mirando una película!.
Fin de la escena.
Me quedé pensando.
Leer un libro.
Mirar una película.
Conversar con
alguien.
Todas pueden hacerse hoy, con la ayuda de la tecnología, claro está.
Pero lo llamativo era el encadenamiento, el pasaje casi frenético de una a otra.
Actividades que, en otro momento hubieran requerido un tiempo y un cierto espacio determinado.
Leo en un artículo de Héctor Freire : "A medida que el lector se
mueve por la red de textos, desplaza constantemente su propio centro y, por lo
tanto, el enfoque o principio ideológico organizador de su investigación y
experiencia. Su centro de atención es provisional, está compuesto de cuerpos de
textos conectados, aunque sin eje primario de organización. (...) Este
“híbrido” se experimenta como un sistema que se puede des-centrar y re-centrar
hasta el infinito, en parte porque transforma cualquier documento, o testimonio
unitario del pasado, en un centro pasajero, provisorio, en un mero directorio
liviano, fugaz e intercambiable."
Dos minutos con un texto. Click. Cinco minutos con un fragmento de película. Click. Un mensaje de texto. Click. Mirar un mapa. Click.
"Este mecanismo anula la idea de proporcionar sus
tiempos al tiempo y sus espacios al espacio. Esta forma distinta -basada en el
corte, el vértigo y la apropiación como medio para economizar tiempo y espacio-
se proyecta como dominante y excluyente de otras formas que recurren a
relaciones de sentido, de belleza, de emoción. Une los elementos separados,
reduce las duraciones y las distancias"
Subrayo mentalmente dos ideas que me quedaron dando
vueltas de ese texto.
- No proporcionar sus tiempos al tiempo y sus espacios al espacio.
- Pérdida de otras formas de vinculación que recurren a relaciones de sentido, de belleza, de emoción.
Pienso en la listita de más arriba, en cómo esas
acciones quedan reformuladas a propósito de la nueva idolatría virtual, que el
autor del artículo menciona:
"En cuanto al soporte técnico, “el ordenador”, éste
ha pasado a ocupar un lugar central, “religioso”, en las actividades rituales del
mundo postmoderno. Esta “nueva idolatría virtual” se propone
reemplazar las funciones intelectuales más elevadas del cerebro humano. Sin
embargo, y desde este punto de vista, sometido al determinismo implantado por
el hombre en su programa, el ordenador tiene el comportamiento obediente de “un
tonto lógico”. Como declaró gráficamente Karl Popper: “los ordenadores podrán
solucionar problemas, pero nunca descubrir problemas, que es una capacidad
humana”.
No pude dejar, además, de prestar atención a mi compañerito
ocasional de viaje. Literalmente, el pequeño había había quedado "clavado" delante de
este pasajero, fascinado por lo que iba sucediendo en la (s) pantalla (s).
Silvia Bleichmar, ya a mediados de los '90 (1), se
preguntaba:
"¿A qué mutaciones de la subjetividad nos someten las nuevas
tecnologías? ¿Cuáles son sus alcances?
¿Cambian los
modos de percepción de la realidad a partir de la transformación que las
nuevas formas de organización de la información imponen? "
Su preocupación se
centraba especialmente en las consecuencias que estos cambios suscitarían
en los niños y adolescentes.
Pero lejos de tener
una postura pesimista al respecto, se posicionaba frente a los
"apocalípticos" que se lamentaban por las horas que los niños pasan
frente a la Play:
"Siento deseos
de responder: ¿Cuánto tiempo perdió nuestra generación jugando a la lotería
con la abuela, al balero, al estanciero ‑ese cartón en el cual acumulábamos
tierras que nunca poseeríamos, en un mundo que se encaminaba aceleradamente
hacia el reemplazo de la riqueza natural por la riqueza tecnológica?
¿Ha cambiado la informática los modos
de vinculo con la realidad? Lo que percibimos hasta ahora en los niños y adolescentes
atravesados por ella es que capturan de modo distinto, inmediato, las
posibilidades de una imagen en la cual la narrativa clásica no tiene cabida.
(...) se atiene menos al relato que a la imagen, articula secuencia y construye
sentidos, y esto es algo que ninguna red neuronal puede variar en el ser
humano.
Aun cuando conectemos a un niño o a un
joven a miles de canales simultáneos que le permiten acceder a una información
insospechada hasta hace algunos años, lo esencial desde el punto de vista que
nos ocupa, es que seguirá guiando su búsqueda por preocupaciones
singulares que no son reductibles a la información obtenida, y que
procesará ésta bajo los modos particulares que la subjetividad imponga. Porque
lo fundamental, mientras los seres humanos sigan naciendo de hombre y mujer,
vale decir sean producto del acoplamiento de dos deseos ajenos, es que sus
enigmas versarán ‑aun cuando sea bajo nuevas formas, sobre las mismas
cuestiones."
En alguna medida, coincide con Popper.
Parece ser que lo que impone cierto límite, cierto cauce a lo virtual y sus nuevos modos, lo que permite de alguna manera mediatizar lo que se impone, son las búsquedas personales,singulares, que tienen que ver con lo que problematiza, con lo que hace pregunta, enigma en cada uno.
Parece ser que lo que impone cierto límite, cierto cauce a lo virtual y sus nuevos modos, lo que permite de alguna manera mediatizar lo que se impone, son las búsquedas personales,singulares, que tienen que ver con lo que problematiza, con lo que hace pregunta, enigma en cada uno.
Con lo que nos hace plenamente humanos,
en definitiva.
(1) El artículo de Silvia al que hago referencia es: " Le di al pájaro dos veces" ( Extractos de un artículo publicado en Topia Revista). Página/12 Jueves 8 de Junio de 1995. (El destacado es mío)
Siempre me cautivan tus artículos y reflexiones....a través de este medio y gracias a que hoy tengo Wifi (porque el modem anda!!!) pude leerte y pensar un poco más también....
ResponderEliminaray sí! así parece que vivimos hoy en día, a las disparadas y pasando por alto el placer de disfrutar de cada cosa que hacemos...
ResponderEliminarLéete "la infancia virtual" de Esteban Levin, teoriza sobre la(s) pantalla(s) y las fallas en la estructuración subjetiva.
ResponderEliminarSebastián