Buscar una cosa
es siempre encontrar
otra.
Así, para hallar
algo,
hay que buscar lo que
no es.
Recuerdo claramente
la primera vez que me encontré, de casualidad, con un poema de Juarroz.
Y no fue precisamente leyéndolo, sino
escuchándolo.
("Por qué cree
que da tanto placer leer un poema en voz alta?" -le preguntaron una vez.
"La expresión oral es una expansión, es placer, es un gozo, que es una
satisfacción en donde juegan nuestros sentidos, en donde vibramos, en donde nos
estremecemos. (...) Al escrito le falta, por supuesto, el sonido irreemplazable,
tembloroso y fallido de la voz humana")
Fue hace varios años
atrás, estaba en una clase con una de las analistas con la que hice -y aún hago- mi formación
en la práctica clínica con niños. Para ejemplificar algo que estaba
explicando, leyó un fragmento de un
poema de Juarroz. No me acuerdo cuál
era, pero sí recuerdo claramente lo que me pasó al escucharlo.
La sensación de
"despertar".
De que esas palabras,
puestas en ese orden particular, decían para mí más de lo que yo misma estaba
percibiendo.("hay algo que los textos no señalan, pero que nosotros
sabemos", leí después que una vez dijo en un reportaje).
De que había algo en
eso que estaba escuchando, que no podía identificar, ni poner un nombre, pero
que claramente estaba allí. (“la poesía crea presencia”)
Le pregunté al de al lado: "de quién es
eso que está leyendo?" Y anoté el nombre.
Cuando pude, lo busqué.
Llegué a su página, y ahí me quedé, recorriendo de arriba abajo y de abajo a
arriba los fragmentos de su “Poesía Vertical”. Y me encantó.
Mucho después llegué a leer otras cosas que escribió, que respondió o que dijo en alguna charla. Y se me volvió aún más interesante. (a diferencia de otros autores que me encanta cómo escriben, pero no me gusta ni un poquito escucharlos por fuera de sus obras).
Pero bueno, no es este el caso.
En mi pequeña investigación sobre las articulaciones de arte y psicoanálisis, de las que les conté un poco acá, dí con un librito -también pequeño, como el anterior- , pero esta vez un poco más rebuscado: “El objeto del arte: incidencias freudianas”,de autores varios.
Si bien mi búsqueda estaba orientada a cuestiones relacionadas con la expresión plástica, me encuentro con que uno de los autores es Juarroz. (“Buscar una cosa/ es siempre encontrar otra…”)
Es una intervención a propósito de la presentación de un libro de psicoanálisis (“Del Escrito”)
En el texto, donde plantea algunas cuestiones alrededor del acto de la escritura, también hace un interesantísimo planteo sobre la falsa oposición entre expresarse y comunicarse, y un análisis del lugar del lector para la poesía.
Sólo traigo un fragmento final, en el que le preguntan “¿por qué publica?”:
“…en el hecho de publicar hay varias cosas que señalar (…) hacer que esa comunicación se extienda y se prolongue en el espacio y en el tiempo. Llegar más lejos. Vencer un poco más la soledad. Pero además, el hecho supone una liberación: liberación de qué? Liberación de una obra que está ahí, y que por estar ahí sigue exigiéndonos una atención, una dedicación, una corrección, un perfeccionamiento. (…) La obra al publicarse me permite esta cosa maravillosa sin la cual yo no podría seguir escribiendo: me permite olvidarla.”
Ahí van algunos poemas de su "Poesía Vertical".
Si has perdido tu nombre,
recobraremos la puntada de las calles más solas
para llamarte sin nombrarte.
Si has perdido tu casa,
despistaremos a los guardianes de la cárcel
hasta dejarlos con su sombra y sin sus muros.
Si has perdido el amor,
publicaremos un gran bando de palomas desnudas.
para atrasar la vida y darte tiempo.
Si has perdido tus límites de hombre,
recorreremos el cruento laberinto
hasta alzar otra forma desde el fondo.
Si has perdido tus ecos o tu origen,
los buscaremos, pero hacia adelante,
en el templo final de los orígenes.
Solamente si has perdido tu pérdida,
cortaremos el hilo
para empezar de nuevo.
[IV - 8]
Hablar desde la ausencia,
desde las antípodas de esta inyección de sombra.
Hablar con la palabra suspendida,
con la amenaza de la palabra,
con su pasado más remoto.
Porque aquí y ahora la palabra no existe.
Tan sólo queda su identificación
en los archivos policiales
de la historia del hombre.
Su sonido es un coágulo en el tiempo.
Su escritura es un pálido diafragma
para las tácticas funestas
del corredor de la memoria.
Hablar desde la ausencia,
corrigiendo por anticipado en la palabra
ese defecto técnico
que la borra en el tiempo.
[V - 7]
Callar puede ser una música,
una melodía diferente,
que se borda con hilos de ausencia
sobre el revés de un extraño tejido.
La imaginación es la verdadera historia del mundo.
La luz presiona hacia abajo.
La vida se derrama de pronto por un hilo suelto.
Callar puede ser una música
o también el vacío,
ya que hablar es taparlo.
O callar puede ser tal vez
la música del vacío.
[VI - 20]
Las distancias no miden lo mismo
de noche y de día.
A veces hay que esperar la noche
para que una distancia se acorte.
A veces hay que esperar el día.
Por otra parte
la oscuridad o la luz
teje de tal manera en ciertos casos
el espacio y sus combinaciones
que los valores se invierten:
lo largo se vuelve corto,
lo corto se vuelve largo.
Y además, hay un hecho:
la noche y el día no llenan igualmente el espacio,
ni siquiera totalmente.
Y no miden lo mismo
las distancias llenas
y las distancias vacías.
Como tampoco miden lo mismo
las distancias entre las cosas grandes
y las distancias entre las cosas pequeñas.
de noche y de día.
A veces hay que esperar la noche
para que una distancia se acorte.
A veces hay que esperar el día.
Por otra parte
la oscuridad o la luz
teje de tal manera en ciertos casos
el espacio y sus combinaciones
que los valores se invierten:
lo largo se vuelve corto,
lo corto se vuelve largo.
Y además, hay un hecho:
la noche y el día no llenan igualmente el espacio,
ni siquiera totalmente.
Y no miden lo mismo
las distancias llenas
y las distancias vacías.
Como tampoco miden lo mismo
las distancias entre las cosas grandes
y las distancias entre las cosas pequeñas.
Y el último.
Para quienes trabajamos cada día con la palabra y sus efectos, una joyita.
Sacar la palabra del lugar de la palabra
y ponerla en el sitio de aquello que no habla:
los tiempos agotados,
las esperas sin nombre,
las armonías que nunca se consuman,
las vigencias desdeñadas,
las corrientes en suspenso.
Lograr que la palabra adopte
el licor olvidado
de lo que no es palabra,
sino expectante mutismo
al borde del silencio,
en el contorno de la rosa,
en el atrás sin sueño de los pájaros,
en la sombra casi hueca del hombre.
Y así sumado el mundo,
abrir el espacio novísimo
donde la palabra no sea simplemente
un signo para hablar
sino también para callar,
canal puro del ser,
forma para decir o no decir,
con el sentido a cuestas
como un dios a la espalda.
Quizá el revés de un dios,
quizá su negativo.
O tal vez su modelo.
No puedo precisar qué es exactamente lo que me gusta y atrae de los poemas de Juarroz. En lo que escribe bordea constantemente cuestiones realcionadas con la pérdida, con la falta. Con el silencio. Con la ausencia. Con el lugar de la palabra.
Capaz es eso. O no.
Por eso también me gusta, porque justamente no puedo explicar por qué.
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