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No.
Este no es un blog sobre maternidad, a pesar de que una de las cosas que cambiaron entre mi viejo espacio virtual y éste, es que –precisamente-
tuve un hijo.
Pero, en general, soy de las personas que prefieren que todas las manifestaciones afectivas y de cuchicuchiquéhermosoesmibebé permanezcan en la intimidad del ámbito privado.
Pero, en general, soy de las personas que prefieren que todas las manifestaciones afectivas y de cuchicuchiquéhermosoesmibebé permanezcan en la intimidad del ámbito privado.
Es decir, me dedico a vivir y disfrutar mi Edipo lustroso y galopante
lejos de las redes sociales y la virtualidad, y acá escribo sobre lo que voy
pensando, sobre determinadas ideas o cuestiones que me rondan. Que son muchas y muy variadas. La maternidad es sólo una entre varias, aunque por supuesto hubo (y hay) momentos en que se impone con todo su esplendor.
En este caso, se dio justo el entrecruzamiento entre una
cuestión laboral y mi experiencia personal.
Me invitan a escuchar una clase –en el marco de un seminario de clínica con niños, una de las cosas a las que me dedico- que entre otras cosas, promete “interrogar, desde las enseñanzas de J. Lacan, una práctica de supuesto diagnóstico, convocada por el mercado: la ecografía 4D. Cada vez más, las mujeres son empujadas “a ver al bebé”, en términos de mediciones, cálculos y procesamiento de datos. (…)
¿Qué puede significar este mecanismo, esta nueva forma del deseo donde lo que está permitido se convierte en obligatorio?”
Me froto las manos, el tema me interesa mucho desde lo
teórico, tengo varias preguntas e inquietudes al respecto.
Inquietudes que sigo conservando, porque lamentablemente nunca pude ir a la clase, que se dictaba el 8 de noviembre a la noche, en la calle Callao. Eso no
impidió que siguiera interesada en pensar más sobre el tema, buscar y leer por mi cuenta, y fue inevitable, además, evocar mi propia experiencia.
Mi experiencia con las ecografías durante el embarazo fue, digamos… neurótica. Siempre me
pusieron un poco nerviosa, y no sé si es por eso o por qué, pero JAMÁS pude ver
en la pantallita NADA de lo que el ecógrafo me iba diciendo. Hasta llegué a
preguntarle a mi marido –visiblemente conmovido al salir de una de ellas- “pero
vos le viste SEGURO los dos brazos y las dos piernas?”. Atroz.
La ecografía 4D no fue la excepción. Antes que yo entró una
pareja que fue acompañada por 6 (seis) familiares, que luego fueron entrando de
2 en 2 con cámaras varias para "verle la carita al bebé."
Aclaro, que me parece genial poder disfrutar de la experiencia -impensada hace un tiempo atrás- de poder ver al bebé, no soy una insensible.Pero me parece que el tema, como casi siempre, pasa por los excesos.
Retomo. Por supuesto que mi hijo no se dejó ver. Bah, lo que se veía (según me contaron) eran los dos puñitos que tenía tapándose la cara. Yo ya me disponía a levantarme de la camilla (ya que todo lo demás estaba ok) cuando de repente empezó el delirio.
Aclaro, que me parece genial poder disfrutar de la experiencia -impensada hace un tiempo atrás- de poder ver al bebé, no soy una insensible.Pero me parece que el tema, como casi siempre, pasa por los excesos.
Retomo. Por supuesto que mi hijo no se dejó ver. Bah, lo que se veía (según me contaron) eran los dos puñitos que tenía tapándose la cara. Yo ya me disponía a levantarme de la camilla (ya que todo lo demás estaba ok) cuando de repente empezó el delirio.
La ecógrafa moviéndome la panza, tirándose encima de mí,
clavándome suavemente el codo (“a ver si lo despertamos a este gordito, así se
mueve y le vemos la carita”), las preguntas: “tomaste Coca?” “comiste algo dulce?”
, las indicaciones “a ver, movete para acá, date vuelta, etc”.
Hasta que, aferrados con uñas y dientes al último cachito de sentido común en medio de esa escena bizarra, le dijimos amablemente: BASTA.
No es necesario.
Entonces, y sin preguntarnos, nos agendó para que fuésemos
la semana próxima, “para la fotito de la carita”.
Yo en ese momento, hubiera querido decirle que no era necesario.
Que si el estudio había servido para ver que todo estaba ok, y si la información que se había obtenido le alcanzaba a mi obstetra, era suficiente.
Que no me importaba esperar unos meses más para ver la cara de mi hijo, porque en realidad, ya lo
conocía ( ¡si estaba en mi panza! ) y ya nos veníamos relacionando con él, desde
que supimos que existía. Que definitivamente no corría eso de "ojos que no ven, corazón que no siente".
Pero fui una COBARDE total.
Se me vino encima toda la reserva de culpa judeocristiana de los últimos siglos. Me dio culpa que pensara que era una mala madre porque no quería la fotito de la carita, como las otras.
Culpa de, efectivamente, SER una mala madre, y que mi hijo -diván mediante- me recrimine de grande que por qué no me esforcé un poco más para poder ver su hermosa expresión facial medio aplastadita contra la pared uterina y atravesada por un cacho de cordón umbilical.
Se me vino encima toda la reserva de culpa judeocristiana de los últimos siglos. Me dio culpa que pensara que era una mala madre porque no quería la fotito de la carita, como las otras.
Culpa de, efectivamente, SER una mala madre, y que mi hijo -diván mediante- me recrimine de grande que por qué no me esforcé un poco más para poder ver su hermosa expresión facial medio aplastadita contra la pared uterina y atravesada por un cacho de cordón umbilical.
Culpa por preferir esperar un poco más, en vez de forzar una situación innecesaria.
Culpa por no tener ganas de volver a cruzarme toda la ciudad de Buenos Aires para que me dieran el puto DVD con esa masa acuosa en la que yo nunca podía ver nada.
En fin. CULPA.
Me guardé para otro momento, las preguntas que me surgieron en torno al límite y el exceso entre los avances y posibilidades que la ciencia permite. Dónde son imperiosamente necesarios y dónde no lo son.
Cuál es ese momento en que un recurso que puede ser útil para el profesional, se transforma en un capricho de los padres al que hay que acceder cueste lo que cueste, y otras cuestiones.
Y allá fui, traicionando mis más profundas convicciones, a la semana
siguiente, toda hinchada por la Coca y el alfajor, y también -por qué no decirlo – por las pelotudeces que a veces te hacen hacer
en nombre de los avances de la ciencia.
Nota1: Sobre las cuestiones que estuve leyendo
y pensando sobre el tema, escribo en
una próxima entrada.
Nota2: Mi experiencia en las ecografías, ACÁ. Miren qué linda que salí.
Ay! Esa culpa... Como nos cuesta a las mujeres superarla, sentir que somos madres y no solo pensar en lo que pensarian los demas si no hacemos lo que las buenas madres harian. Hay que hacer lo que sentimos y ya esta, pero te entiendo porque es dificil... Al final espero que haya salido linda la 4d
ResponderEliminarDicen que sí, que salió lindo.
EliminarYo veía la nariz donde en realidad estaba la oreja. Imaginate.
estoy tan de acuerdo! y ni hablar de otras yerbas invasivas como la cesárea (tan innecesaria en algunos casos) donde lo hacen por preservar "la salud de la mamá y del bebé".....minga.
ResponderEliminarAbrazo, seguí escribiendo :)
otra vez: muy bueno! y sí, lleva tiempo y un gran trabajo de madre superar la culpa y sentirnos absolutamente seguras de lo que hacemos y las decisiones que tomamos!!! y la referencia al capítulo de Friends, genial!!! ;)
ResponderEliminarExcelente el capitulo de Friends!!!
ResponderEliminarLe voy a contar a Juani que no te interesaba conocerlo!!! Jajaja.
ResponderEliminarEn principio nunca supe dónde está la cuarta dimensión del asunto... ¿No debería llamarse 3D?
En breve asistiremos a preguntas tales como:
"Pero, ¿por qué no les interesa poder definir ustedes el sexo de su hijito?"
"¿Cómo la quieren a la nena, rubiecita, morochita...?"
"¿Lo inyectamos más para el lado intelecual o el deportivo al pequeño?"
Y decí que la obra social me la cubrió entera. Imaginate si encima hubiera tenido que garpar.
EliminarValeria: soy crochetera, seguidora de tu otro blog, asi conoci este.. Me senti reflejada en tu escrito sobre la eco, ( tengo hasta un llavero con la foto!) y mi hijo es mucho mas lindo en vivo y en directo!! Te sigo leyendo! Cariños!
ResponderEliminarja, escribí en mi blog sobre el delirio de las madres por ver el “crio en compota”. odio cuando publican la foto esa en fb.
ResponderEliminarimpagable , me encanto
ResponderEliminarNilda
Cómo me reí! Vamos a decirlo con todas las letras: las caras de TODOS los bebés en la eco 4D (sigo pensando que no sé cuál es la "cuarta D"????) Decía, las caras son HORRIBLES!!! Yo no me la hice, básicamente porque nadie me avisó que hay un límite de semanas para hacerla, porque después ya no le queda espacio en el monoambiente al susodicho y te estarían robando si te cobraran por algo que no se ve. Cuando llamé para pedir el turno, era la última semana que me la podían hacer y por supuesto no había lugar hasta un par de semanas después. La verdad no me hice problema, la quería más por la fotito, y por evitarle a Maite el diván cuando creciera, como decís vos, sin la famosa imagen (lo del crío en compota me mato!) Así que el día que venga otro tampoco me la voy a hacer, si no sentiría que tengo preferencia por el segundo, aunque sé que no sería por eso, pero bueno, evitemos el diván (no es que quiera dejarte sin laburo eh!!) Muy bueno el relato, me encantó. Beso!!
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