sábado, 22 de marzo de 2014

Ron Mueck: familiar y siniestro

"La piel de las mejillas era chata, aunque no firme, y la piel colgaba del hueso como cortinas y se apilaba en pliegues de papada debajo de los carrillos, y un pliegue de piel se estiraba desde el mentón hasta su garganta como una cresta de gallo. Beatrice observó las distintas partes del rostro de Henry tanto tiempo que a sus ojos se volvieron entidades distintas, y no partes de una misma cara, sino meramente una boca, una nariz, un ojo, otro ojo, una oreja larga, traslúcida y venosa. En cada uno de esos detalles, vio la edad, pero no sólo la edad. Vio algo más: vio orejas, ojos, nariz, boca, vio la cara de él, en cada una de sus edades, tal como había sido y tal como era ahora. Vio historia. Vio tiempo"

("The Law of Enclosures"-Dale Peck)



Ron Mueck trabajando en su obra "Couple Under an Umbrella" (2013)







Ron Mueck - Couple under an Umbrella, 2013 - (Pareja debajo de una sombrilla)
Procedimientos y materiales varios - 300 x 400 x 350 cm


Visité la muestra de Ron Mueck en Proa, justo el día antes de que terminase.
Y me pasó algo extraño. Aún sabiendo de qué se trataba la muestra, aún habiendo visto fotos de las obras, yo esperaba tener una "experiencia artística" como las que suelo tener cuando visito muestras o museos.
 A mí me gusta mucho ver arte, desde producciones más clásicas hasta cosas más raras y/o vanguardistas. Tengo mis preferencias, claro está, pero digamos que con los años, fui algo así como "ampliando la mirada", muchas veces motivada por algún maestro de taller, que me insistía en que visitara tal o cual expo, para "ablandar el ojo" (sic).
Lo que me pasó mientras recorría las salas de la Fundación Proa fue algo distinto.
Perturbadora fascinación. Incomodidad. Admiración.
Leí una crítica en un artículo, que decía que  cuando se recorre la muestra de Mueck,  no se habla de arte, sino de "lo real". Y me parece una apreciación que se aproxima bastante a lo que sentí.

La gente se acerca, afina la vista, no puede creer lo real de esas esculturas. Una señora le pide prestados los lentes a otra, y se estira lo más que puede para mirar los pelitos de las piernas de una de las figuras. Otra comenta con la amiga sobre las marcas rojas en la piel de la figura de una mujer desnuda llevando leña "típica de los climas fríos", dice.

Ron Mueck - Woman with Sticks, 2009 (Mujer con ramas)
Procedimientos y materiales varios 170 x 183 x 120 cm
Cortesía Fondation Cartier pour l’art contemporain, Paris.


Cualquiera que vea las obras, podrá percatarse de que sus creaciones son altamente reconocibles. Son personas normales. No demasiado bellas o estéticas.
Viejos con arrugas, mujeres desnudas con rollos, estrías y flaccidez. Hay una herida. Hay un bebito. Un tipo tomando sol, con la piel tostada y aceitosa.
Nada de lo que expone Mueck es extraño para el espectador. No hay figuras fantasmales o monstruosas. Salvo algunas excepciones -hay una gallina-, todos son seres humanos.
Pero, ¿y entonces? Dónde radica esa sensación perturbadora, que se siente en todo el cuerpo, cuando uno recorre la muestra?

Hay un texto que Freud publicó en 1919 que se llama "Lo ominoso" (Lo siniestro, en algunas traducciones), "unheimlich" en alemán. En él, desarrolla la génesis del concepto, y su relación con el concepto de "heimlich", que significa "familiar".
 Lo siniestro podría situarse como una aparición de lo reprimido, como aquello conocido que, debiendo haber quedado oculto, de todos modos se ha manifestado.  Y agrega que lo siniestro se puede evocar por una repetición de lo semejante.
Es decir que la noción de lo conocido, lo "familiar", se encuentra imbrincada dentro del mismo concepto de lo siniestro.
Hay una definición, de Eugenio Trías, que me parece muy atinada:  lo siniestro sería «algo que, al revelarse, se muestra en su faz siniestra, pese a ser, o precisamente por ser, en realidad, en profundidad, muy familiar, lo más propiamente familiar, íntimo, recognoscible» 

Freud señala que E. Jentsch  destacó, como caso por excelencia de lo siniestro, la «duda de que un ser aparentemente animado, sea en efecto viviente; y a la inversa: de que un objeto sin vida esté en alguna forma animado»”

Uno tiene la sensación de que esos ¿objetos? en algún momento van a empezar a moverse. Hasta se ve tentado de chequear algún sutil movimiento respiratorio.
Lo familiar de los cuerpos vivientes (la ropa, la textura de la piel, los pelos, la celulitis, las várices, las arrugas) con sus perfectísimas imperfecciones, es precisamente, lo que se vuelve siniestro en esos objetos inanimados.
Lo que pone cierta tranquilizadora distancia es el tamaño: las figuras son o muy grandes o muy pequeñas, ninguna es a escala humana.

Un capítulo aparte son las obras que representan parejas, plantean una tensión viviente en los vínculos  que es, francamente, admirable.
Los espectadores se inquietan con la mirada de ese bebé buscando el sostén de la mirada de su madre, que está en otro lado;  se enternecen con el joven que pareciera acompañar a la chica, y se sobresaltan cuando rodean la obra y ven la parte trasera, que revela una historia completamente diferente, etc.

Ron Mueck - Young Couple, 2013 (Pareja joven)
Procedimientos y materiales varios - 89 x 43 x 23 cm
Cortesía Hauser & Wirth / Anthony d’Offay, Londres
Cortesía Fondation Cartier pour l’art contemporain, Paris. Foto: Patrick Gries



Ron Mueck - Woman with Shopping, 2013 (Mujer con las compras)
Procedimientos y materiales varios - 113 x 46 x 30
Cortesía Fondation Cartier pour l’art contemporain, Paris. Foto: Patrick Gries


La crítica decía que lo que se juega en las obras de Mueck ha pasado a un plano que no es del arte, sino de la realidad o hiperrealidad. Un "más real que lo real", un más allá de lo real.

Las imágenes que yo había visto en internet, en revistas, etc., parecían sugerir algo así como una representación muy ajustada de la realidad. "Qué bien logradas, las figuras", podría- incluso- uno alegremente pensar.

Verlas en vivo fue una experiencia completamente diferente.

Comparto con el artículo que les mencionaba antes (el link, abajo) que el enorme mérito de Mueck es que, partiendo de la realidad vulgar que promete, se sale de ella, justamente por el efecto obtenido a través del exceso de perfección, que creo que sólo se percibe en toda su plenitud, al visitar la muestra.

Y en esa distancia (entre lo que uno espera ver y aquello con lo que realmente se encuentra),  es donde aparece ese enorme abanico de sensaciones que dan cuenta de que los pilares de lo real, si no se derrumban, por lo menos tambalean.

Ron Mueck - Mask II, 2002 (Máscara II)
Procedimientos y materiales varios - 77 x 118 x 85 cm
Anthony d’Offay, London
Cortesía Fondation Cartier pour l’art contemporain, Paris. Foto: Patrick Gries




Las fotos fueron tomadas de esta página. y de esta otra.
El artículo "Mirar al vacío: dos miradas sobre Ron Mueck en Argentina", acá.

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