miércoles, 16 de enero de 2013

Veo Veo II: Pantallas


Una vez más, en el colectivo (temo perder estas perlitas el día que me decida a volver a manejar, pero bueno.)
Un sábado de diciembre a la tarde, volvía del almuerzo de fin de año  de Abriguemos a un Niño. 
El colectivo esta vez estaba bastante lleno, por lo que me tocó ir parada delante del asiento de este señor:




El pasajero en cuestión tenía auriculares inalámbricos, iba mirando cosas en un ipad y cada tanto sacaba de su mochila el celular para escribir algo.
Al lado mío, un compañerito ocasional: un chico de unos 11 años, que -hipnotizado por el despliegue tecnológico que se desarrollaba delante nuestro- le hizo señas a su mamá, indicándole que se quedaría allí parado.
En los 40 minutos que compartimos de viaje, hasta que se bajó, el buen hombre leyó un diario digital, pasó a lo que parecía ser el capítulo de un libro, luego miró el estado del tránsito (ahí pude ver la línea roja que nos auguraba un lento regreso). Sacó el teléfono, sincronizó unas carpetas, pasó información de ahí a la tablet  y le mandó un mensaje a alguien, le decía que ya estaba por llegar, que lo espere conectado "entro y jugamos".(SI, leí la conversación ajena, mala mía.)
En un momento, me distraije mirando por la ventana, y de repente, sentí un codazo en la costilla: mi amiguito de viaje , con los ojos como dos platos, me hace una seña: el señor estaba mirando una película!.

Fin de la escena.

Me quedé pensando.

Leer un libro.
Mirar una película.
Conversar con alguien.

Todas pueden hacerse hoy, con la ayuda de la tecnología, claro está. 

Pero lo llamativo era el encadenamiento, el pasaje casi frenético de una a otra.

Actividades que, en otro momento hubieran  requerido un  tiempo y un cierto espacio determinado.

Leo en un artículo de Héctor Freire : "A medida que el lector se mueve por la red de textos, desplaza constantemente su propio centro y, por lo tanto, el enfoque o principio ideológico organizador de su investigación y experiencia. Su centro de atención es provisional, está compuesto de cuerpos de textos conectados, aunque sin eje primario de organización. (...)  Este “híbrido” se experimenta como un sistema que se puede des-centrar y re-centrar hasta el infinito, en parte porque transforma cualquier documento, o testimonio unitario del pasado, en un centro pasajero, provisorio, en un mero directorio liviano, fugaz e intercambiable."

Dos minutos con un texto. Click. Cinco minutos con un fragmento de película. Click. Un mensaje de texto. Click. Mirar un mapa. Click.

"Este mecanismo anula la idea de proporcionar sus tiempos al tiempo y sus espacios al espacio. Esta forma distinta -basada en el corte, el vértigo y la apropiación como medio para economizar tiempo y espacio- se proyecta como dominante y excluyente de otras formas que recurren a relaciones de sentido, de belleza, de emoción. Une los elementos separados, reduce las duraciones y las distancias"

Subrayo mentalmente dos ideas que me quedaron dando vueltas de ese texto.

  • No proporcionar sus tiempos al tiempo y sus espacios al espacio.
  • Pérdida de otras formas de vinculación que recurren a relaciones de sentido, de belleza, de emoción. 
Pienso en la listita de más arriba, en cómo esas acciones quedan reformuladas a propósito de la nueva idolatría virtual, que el autor del artículo menciona:

"En cuanto al soporte técnico, “el ordenador”, éste ha pasado a ocupar un lugar central, “religioso”, en las actividades rituales del mundo postmoderno. Esta “nueva idolatría virtual” se propone reemplazar las funciones intelectuales más elevadas del cerebro humano. Sin embargo, y desde este punto de vista, sometido al determinismo implantado por el hombre en su programa, el ordenador tiene el comportamiento obediente de “un tonto lógico”. Como declaró gráficamente Karl Popper: “los ordenadores podrán solucionar problemas, pero nunca descubrir problemas, que es una capacidad humana”.

No pude dejar, además, de prestar atención a mi compañerito ocasional de viaje. Literalmente, el pequeño había había quedado "clavado" delante de este pasajero, fascinado por lo que iba sucediendo en la (s) pantalla (s).
  

Silvia Bleichmar, ya a mediados de los '90 (1), se preguntaba:
 "¿A qué mutaciones de la subjetividad nos someten las nuevas tec­nologías? ¿Cuáles son sus alcances?
  ¿Cambian los modos de percep­ción de la realidad a partir de la transformación que las nuevas for­mas de organización de la información imponen? "

Su preocupación se centraba especialmente  en las consecuencias que estos cambios suscitarían en los niños y adolescentes.
Pero lejos de tener una postura pesimista al respecto, se posicionaba frente a los "apocalípticos" que se lamentaban por las horas que los niños pasan frente a la Play:
"Siento deseos de responder: ¿Cuánto tiempo per­dió nuestra generación jugando a la lotería con la abuela, al balero, al estanciero ‑ese cartón en el cual acumulábamos tierras que nunca poseeríamos, en un mundo que se encaminaba aceleradamente hacia el reemplazo de la riqueza natural por la riqueza tecnológica?

¿Ha cambiado la informática los modos de vinculo con la realidad? Lo que percibimos hasta ahora en los niños y adolescentes atravesados por ella es que capturan de modo distinto, inmediato, las posibilidades de una imagen en la cual la narrativa clásica no tiene cabida. (...) se atiene menos al relato que a la imagen, articula secuencia y construye sentidos, y esto es algo que ninguna red neuronal puede variar en el ser humano.
Aun cuando conectemos a un ni­ño o a un joven a miles de canales simultáneos que le permiten acceder a una información insospechada hasta hace algunos años, lo esencial desde el punto de vista que nos ocupa, es que seguirá guiando su búsqueda por preocupaciones singulares que no son reductibles a la información obtenida, y que procesará ésta bajo los modos particulares que la subjetividad imponga. Porque lo fundamental, mientras los seres humanos sigan naciendo de hombre y mujer, vale decir sean producto del acoplamiento de dos deseos ajenos, es que sus enigmas versarán ‑aun cuando sea bajo nuevas formas­, sobre las mismas cuestiones."


En alguna  medida, coincide con Popper. 

Parece ser que lo que impone cierto límite,  cierto cauce  a lo virtual y sus nuevos modos, lo que permite  de alguna manera mediatizar lo que se impone, son las búsquedas personales,singulares, que tienen  que ver con lo que problematiza, con lo que  hace pregunta, enigma en cada uno.

Con lo que nos hace plenamente humanos, en definitiva.



(1) El artículo de Silvia al que hago referencia es: " Le di al pájaro dos veces" ( Extractos de un artículo publicado en Topia Revista). Página/12 Jueves 8 de Junio de 1995.  (El destacado es mío)





3 comentarios:

  1. Siempre me cautivan tus artículos y reflexiones....a través de este medio y gracias a que hoy tengo Wifi (porque el modem anda!!!) pude leerte y pensar un poco más también....

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  2. ay sí! así parece que vivimos hoy en día, a las disparadas y pasando por alto el placer de disfrutar de cada cosa que hacemos...

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  3. Léete "la infancia virtual" de Esteban Levin, teoriza sobre la(s) pantalla(s) y las fallas en la estructuración subjetiva.

    Sebastián

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